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PROLOGO
LIC. JORGE LUIS CANCHÉ ESCAMILLA
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A Miguel Ángel Kú Mis tuve la oportunidad de conocerlo cuando recibí de él una invitación para presentar su libro: Gremios, Devoción a Santiago Apóstol en Halachó, Yucatán, el 15 de julio de 2008, en los bajos del Palacio Municipal del municipio de Halachó. Joven de 31 años, maestro de primaria, muestra una sed enorme de saber de la historia de Halachó, el papel jugado antes y después de la Conquista. Pero sobre todo, de los tiempos contemporáneos. Ese primer encuentro entre él y yo fue de una sinergia en la que pudimos intercambiar nuestras visiones sobre el lugar del que ambos provenimos: Halachó. Así como de su circunstancia en el Camino Real. La de él, desde la observación de su estancia de vida en el sitio referido; y la mía, desde los recuerdos, vivencias y lecturas aisladas del mismo lugar, desde la ciudad de Mérida.
En Miguel Ángel hay algo más todavía, su formación como maestro, su convivencia con diversas comunidades en el proceso de la enseñanza y del aprendizaje, da lugar a despertar su vocación de investigador que lo lleva a indagar sobre su origen y el papel de la cultura maya, nuestra cultura en el espacio geográfico en que se encuentra. Realiza su Educación Básica en Halachó, la Media y Superior en el vecino Estado de Campeche. Su inquietud lo lleva a participar en el grupo JOVACTIH (Asociación de Jóvenes Activistas de Halachó), donde realiza diversas actividades sociales, culturales y deportivas. Así mismo, tuvo la oportunidad de comunicar sus inquietudes al ser redactor y comentarista editorial en el Periódico Tribuna. Lleva en su haber la realización de dos libros: “Gremios de Halachó, Fe y Devoción a Santiago Apóstol” (editado por él mismo en forma modesta) y “Gremios, Devoción a Santiago Apóstol en Halachó, Yucatán”, editado por el Instituto de Cultura de Yucatán (ICY), CONACULTA, Culturas Populares Indígenas, dentro del Programa PACMYC 2007. Actualmente, en compañía del maestro Vicente Canché Moó, promueve la realización de la Revista bilingüe (maya-español) HALAL (Carrizo), bajo los auspicios del Centro de Desarrollo Indígena (CDI) Estatal.
En el primer encuentro al que me he referido, tuve la oportunidad de conocer los proyectos futuros del maestro Kú Mis, siendo el inmediato: la edición del libro Historia de Halachó en dos tomos, lo que me pareció extraordinario. Al pedirme que prologara el primer tomo (Del Postclásico al Porfiriato), me sentí gratamente honrado y complacido, aceptando de inmediato tal encomienda. Debo decir, que hacía mucho tiempo deseaba saber más de Halachó y su historia, conocía la existencia de algunos eventos registrados en sus anales, así como el hecho de haber sido un sitio importante por el lugar geográfico que ocupa entre Mérida (la capital del Estado), Campeche y la capital del país. Al igual de la fama de sus novenarios (gremios) dedicados al Santo Patrón Santiago Apóstol y el festejo de onomástico que se realiza en la tercera semana de noviembre. Pero, nada más. Por eso, al leer este primer tomo de la Historia de Halachó, que verá luz gracias al apoyo del Consejo Ciudadano de Desarrollo Cultural Municipal y al Cabildo 2007 – 2010 que encabeza el alcalde, Lic. René G. Tun Castillo, debo decir que fue en verdad extraordinario y emotivo.
Extraordinario por la trascendencia del sitio desde antes de la conquista hasta la época revolucionaria, pasando por la Colonia y la Independencia de México. Y emotivo porque el autor, al ubicar en el tiempo el origen de Halachó en el Periodo Clásico de la civilización maya (150 d. de C. – 900 d de C) refiere, de acuerdo a los investigaciones Lorraine A. Williams Beck y el japonés Tsubasa Okoski Harada, que los Canché vivían en Dzitbalché, los Mut en Xicincah (lugar desaparecido), los Tayú en Tzemez Akal (lugar desaparecido) y los Eúan en Mopilá, por mencionar algunos. Sitios que fueron y son lo que ahora conocemos como comisarías de los municipios. El sentir proviene porque Canché y Mut son apellidos que acompañan el nombre de Luis Gonzaga, mi padre, originario al igual que sus antecesores, quienes desde su historial familiar, han vivido desde siempre en dicho lugar. No pretendo con lo anterior significar la descendencia de mi apellido Canché, sino simplemente señalar la posibilidad de que así pudiera ser. Lo cual, al menos para mi, resulta gratamente significativo. Hecho que da lugar para agradecer aún más la distinción recibida para prologar la presente obra.






Loable en verdad, el interés que tiene Miguel Ángel por rescatar la historia de Halachó y sus alrededores, la cual, además, ofrece principalmente a sus coterráneos halachoenses y demás miembros de la sociedad yucateca. Esto es justamente lo que actualmente se requiere: recuperar nuestra identidad como herederos de la Cultura Maya, tener el sentido de pertenencia y trascender con ella hacia el futuro poniéndola al servicio de las nuevas generaciones, sintiendo el orgullo de pertenecer a tan reconocida estirpe.
A fin de abordar el periodo establecido de la Historia de Halachó I, el autor divide el contenido del libro en cuatro períodos: Postclásico, Época Colonial, De la Independencia a la restauración de la República y el Porfiriato. Siguiendo ésta metodología documenta y señala la localización, población y etimología de Halachó. Indicando que la situación de pueblo fronterizo con el Estado de Campeche y puerta de entrada a Yucatán por el conocido Camino Real, contribuye a hacer de Halachó una de las poblaciones yucatecas más conocidas por los habitantes del interior de la República e inclusive del extranjero que viene por carretera.
La explicación etimológica del nombre de la población es realmente acuciosa y por demás interesante, no solo por su significado, sino por la atención que le han brindado y brindan personajes de gran prestigio y fama, interesados en nuestra cultura y del lugar referido. En la página 17 del texto Miguel Ángel nos dice lo siguiente: “Desde el inicio de la Colonia el término Halachó se escribió de dos maneras diferentes: Tahalachó para F. Cook Sheburme y Borah Woodrow; y Halalchó, según Fray Diego López de Cogolludo (1561). Por su parte, el gentilicio halachoenses se aprecia en el Códice de Calkiní, razón explicable si recordamos que los españoles intervinieron en su elaboración en el año de 1595”.1 En este apartado también nos señala que: “Halachó se ubica entre el grupo de toponimias que corresponden a árboles, yerbas y plantas. La descripción más conocida señala que el nombre del pueblo viene de “U- Halal- Ch´ó”, donde la sílaba Halal es “carrizo” y Cho´ó “ratón”, esto es, Carrizal del Ratón. Está traducción indudablemente se sustenta en interpretaciones del histórico Códice de Calkiní y de distinguidas personalidades de la talla de Fray Diego de Cogolludo, Manuel García Rejón (Marcos de Chimay), Alfredo Barrera Vázquez, Rafael Yates Sosa y los canónigos Julián Troncoso y Manuel María Castellanos”. Al igual que los anteriores, Santiago Cruz Pacheco, William Brito Sansores y otros más, también se ocuparon del origen del nombre del poblado. Sin embargo, Fray Alfonso Ponce ofrece una versión que al autor le parece interesante, al igual que a mi. Indica que Halachó es la castellanización de la toponimia maya Halachoob, que significa “Hombres verdaderamente sabios, autoridades”. Halachó era entonces el “Lugar de los hombres verdaderamente sabios”. El nombre de Halachoob lo convirtieron en Halach´o, que se tradujo arbitrariamente en Halal (carrizo) y Ch´o (ratón), o sea, “El lugar del carrizo y del ratón”. No hay justificación para que semejante traducción, sentencia Fray Alonso Ponce, ya que el nombre no es Halalch´o sino Halachoob. Carlos Alfonso Arcila Sosa ofrece una interpretación parecida cuando señala que Halachó viene de Halachos, es decir, de comandos militares que vivían en el pueblo. (Ídem)
Miguel Ángel nos refiere en su trabajo que durante el periodo clásico de la Civilización Maya (150 d. de C. – 900 d. de C.) las tierras de Halachó estaban rodeadas por Oxkintok, la precolombina ciudad de Chunchumil (hoy comisaría de Maxcanú), la ciudad de Sihó (hoy comisaría de San Antonio Sihó cuyo esplendor aconteció entre los años 550 y 600 d. de C.) y Tacunché. Perteneciente al señorío de Ah Canul. El cacicazgo de Ah Canul se extendía de T´ho (Mérida) a Ah Kin Pech (Campeche) de Norte a Sur y de las Sierras Altos y Bajos del Este, al litoral correspondiente del Golfo de México por el Oeste. Dominaba desde la Punta Kopté, en la costa de la Península de Yucatán, hasta el Río Homtún, cerca de la ciudad de Campeche. Al paso de algunos años surgieron otros sitios, entre los cuales figuraron Halachó, Chulilá (hoy desaparecido), Bécal, Tuchicaan, Granada, Maxcanú y Chocholá por mencionar algunos.
El libro menciona que a la llegada de los españoles, al parecer, el sitio de Halachó se hallaba con mayor número de habitantes que habían extendido su dominio en Tuchicaan. Así lo prueban las crónicas del conquistador Blas González, quién acompaño a Francisco de Montejo (Sobrino del Adelantado) en la travesía hacia Ichcaanzihó. Al respecto escribe Blas González: “Salida a Tuchicán–Halachó. Tuchicán–Halachó, Febrero de 1541. El ejército pasó a ocupar el pueblo de Tuchicán–Halachó, está situado entre Calkiní y Maxcanú. Aquí asientan el real seis meses, pues el Capitán General Montejo resolvió esperar que el ejército allegase todos sus recursos, a fin de asegurar el éxito en la entrada de las provincias de Chakán y Ceh–Pech, en donde piensa habérselas con muy crudos tenaces enemigos”. Lo anterior tiene como finalidad señalar el sitio y los protagonistas, a fin de destacar lo significativo del papel de Halachó en la Historia de Yucatán, desde el inicio de la invasión española.
En cada uno de los apartados en que se encuentra dividido el libro Kú Mis narra en forma documentada aspectos relevantes de esa historia que he mencionado, es por ello que en el período identificado de la Colonia, nos dice que con el objeto de cristianizar a los mayas halachoenses y a los de Chulilá, Fray Luis de Villalpando erigió una capilla en el barrio de Mejorada en honor de “Nuestra Señora de Mejorada”. Indicando que esta construcción coincide con la política de los conquistadores que al principio no permitían la mezcla de las distintas razas. Los cronistas indican que fue justamente en este barrio donde empezó la existencia de Halachó.
Con una amenidad, propia del autor, describe la visita que el célebre investigador John L. Stephens hace al poblado en 1843 y el asombro que le causa la magnitud de la feria de Halachó al igual que su devoción por el santo patrón Santiago Apóstol. Stephens fue invitado por el hacendado Simón Peón, el anfitrión de su viaje a Yucatán y cuya familia era propietaria de la ex hacienda de San Antonio Sihó. Un hecho relevante durante la Guerra de Castas (1847) fue la actuación de Antonio Mijangos, originario de Halachó, quién se opuso a la venta y comercio de esclavos mayas que duró entre 1848 a 1861, siendo está actividad una de las consecuencias de la Guerra de Castas. Ésta afirmación fue realizada por el Teniente Coronel Bernardino Mena Brito. Evento significativo fue la estancia que realizó la emperatriz Carlota Amalia en la iglesia de Halachó (en la casa cural) el día 9 de diciembre de 1865. Una de las comunidades de Halachó, aún hoy en día lleva el nombre de Cepeda, en honor del general Manuel Cepeda Peraza, quién fuera héroe de la guerra contra el Segundo Imperio. Por cierto, Cepeda Peraza jugo un papel relevante para que Halachó no se integrara al recién creado Estado de Campeche, por aquellos tiempos. El 4 de octubre de 1875, de cuerdo con el Decreto 82 de la V Legislatura de aquel entonces, recibe Halachó el título de Villa.
La parte última del libro, aunque no la menos importante, está dedicada al Porfiriato. En ella Halachó tiene una participación que la distingue por la construcción del tren Mérida–Campeche (vía larga y angosta), inaugurado el 28 de julio de 1898, constituyendo Calkiní el lugar de unión entre las dos vías. Proyecto relevante no sólo por la unión de las dos entidades y el impacto en la vida socioeconómica, sino porque la actividad ferroviaria fue la modernización de México, obra de primer orden durante la era Porfifirista. La estación del tren se encontraba en el interior del poblado de Halachó, ubicada en la calle 15 entre 16 y 18, sitio que funcionó hasta mayo de 1957. Cuando se instaló la vía ancha entre Mérida y Campeche, ésta se trasladó en las afueras del pueblo en el lugar conocido como “La sombrilla”, situado a espaldas del barrio de “Mejorada”. 2 Años antes de este gran proyecto, a partir de 1860 las haciendas del municipio de Halachó ingresaron en el contexto estatal como “extensiones cultivables del henequén”. Este apartado también considera eventos significativos con visitas de personajes para la inauguración de obras y edificios, entre algunos de esos personajes identificados como halachoenses, y que forman parte de su historia, se encuentra el popular Juan Usó Muñoz “El chivo de Halachó”.
Es así, como Miguel Ángel, rescata la herencia histórica de Halachó para orgullo de los que ahí hemos tenido el privilegio de haber nacido y ser parte en adelante de sus memorias; cumpliendo el ofrecimiento que hace en la presentación de su libro, para beneplácito nuestro y los que tendrán la oportunidad de leerlo en el futuro inmediato. Demos la bienvenida y reconocimiento al profesor Miguel Ángel Kú Mis, por está iniciativa de dar a conocer sus inquietudes traducido en libro para dejarlo como herencia y conocimiento de los halachoenses y de los yucatecos en general. Hagamos votos para que continúe con esta noble tarea, esperando que al ser conocida su labor y calidad investigativa tenga mayores oportunidades para continuar no solo investigando, sino también, para su publicación. Historias locales como éstas deben ser apoyadas y divulgadas. A mi juicio, debe de ser incorporado este libro como texto de lectura en la enseñanza básica de Halachó, en la parte de Historia. Sin duda, es una tarea que debe ser considerada por las autoridades públicas, privadas y académicas. Insisto, es una opinión. Por último, felicitar una vez más a Miguel Ángel y el agradecimiento sincero por la atención a mi persona para realizar el presente prólogo. Deseo haber cumplido con la encomienda solicitada.

(1) Tomado del libro: Gremios, Devoción a Santiago Apóstol en Halachó, Yucatán, de Miguel Ángel Kú y mencionado por primera vez, por mi, en su presentación realizado el 15 de julio de 2008 en el municipio de Halachó.
(2) Este hecho marcó la vida de la Familia Canché Escamilla, la mía. Siendo ferrocarrilero mi padre, dio lugar para que nos trasladáramos a la ciudad de Mérida e iniciara una nueva historia familiar al instalarnos en la colonia Sambulá, -donde se encontraba la sección 25 de los ferrocarriles- en las afueras de dicha ciudad al iniciarse los sesentas.
Mérida, Yuc., Méx., 24 de julio de 2008
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